miércoles, 23 de julio de 2008

KATIA CARDENAL - La Nacion Costa Rica



/VIVA

Crítica de música: Voz de alto vuelo

Katia Cardenal comparte su propias canciones con talento escénico

Alberto Zuñiga albezuni@gmail.com

Ella es una de las voces primordiales en la canción centroamericana. Sobre esto y su cautivadora capacidad interpretativa, ya habíamos escrito. También habíamos destacado la sensibilidad social y la profundidad sentimental de su repertorio y, desde luego, su pasta escénica que parece aumentar conforme pasan los años.

Desde Nicaragua, cada vez que nos visita Katia Cardenal, admito que nos sucede un breve pero intenso terremoto emocional por dentro. Efectivamente, como lo destaca la propia Katia, en estas tierras todo se mueve y, en ese sentido, en verdad que ella es telúrica.

Esta mujer tiene una histórica capacidad para conmovernos con su voz que, durante el momento de sus interpretaciones, nos confirma y hermana en esta común circunstancia geográfica de la que por lo general rehuimos con cierta elegancia insoportable. Disculpen por la necedad pero insisto en que cada vez los ticos somos más centroamericanos y menos suizos.

Lo hermoso de estos reencuentros con los y las artistas nicaragüenses proviene de la posibilidad de asumirnos como comunidad y admitir que no somos ajenos al entorno y que además nos gusta.

Después del disco Hojarasca , gran momento de síntesis artística en la carrera de Katia Cardenal, no teníamos muy claro qué podría seguir, quizá por estar aún embelezados por su contenido y bien definida estética. No se podía imaginar, en todo caso, a una Katia roquera.

Pues bien, en su nuevo espectáculo hay algo de eso y mucho de una mujer que ahora se lanza a componer la mayoría de las letras que interpreta.

Ese es el principal valor de su nueva producción discográfica titulada Mariposa de alas rotas y que ha venido a presentar con un grupo de músicos donde ha sido incluida María José Ocarina, joven pinolera que realiza estudios musicales en este país. Ella sustituyó el piano con su marimba y agregó el cajón peruano en un formato donde las guitarras de Moisés Gadea y Omar Suazo condensaron un cuerpo armónico preciso, sobrio e inspirador.

Es notable la madurez técnica de Moisés, quien, además, mostró dos de sus canciones revelando su talento como compositor y letrista. De igual manera, es cada vez más evidente esa particular simbiosis escénica entre él y la vocalista logrando, por ejemplo, una impactante apertura del concierto en el formato de dúo.

Musicalmente y tomando una relativa distancia del contenido literario, cosa nada sencilla y tampoco recomendable con estas canciones, quedé con una incómoda sensación de exceso de sonidos en varias de esas nuevas letras. El par de guitarras, por ejemplo, habrían sido suficientes en esos momentos. Una minucia si pensamos en el producto final pero un detalle que, como el hecho de incorporar las voces de todos los músicos en algunos tramos, contribuyen a delinear innovaciones dentro de un estilo indudablemente consolidado.

Katia Cardenal, la compositora, también nos atrapa como ya lo había logrado en su faceta de intérprete. Aumenta así el bagaje cultural de una región en la que su música es uno de los grandes valores aún no percibidos en su magnitud por el resto del mundo.

Nacion.com

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